Es díficil creer, por su carácter serio y reservado, que en la celebración de los cumpleaños a lo largo de la historia se lleven la palma los Alemanes. Son los campesinos germanos, los que tras permanecer en el olvido obligado por la iglesia cristiana, al ser considerada fiesta pagana, rescatan en la Edad Media, la celebración de los cumpleaños. Y es con ellos con los que los niños son por primera vez los protagonistas de la fiesta. Es la Kinderfeste.

En esta fiesta, aunque visto lo visto a día de hoy nos parezca increíble, se daba más atención al homenajeado que la que reciben la actualidad. El niño era despertado ya al amanecer con la llegada de un pastel coronado por velas encendidas que se iban sustituyendo a lo largo del día para que se mantuvieran así hasta que después de la comida familiar ya lo sirvieran. Es curioso también la costumbre de añadir una vela más al número de años que cumplía el niño, como símbolo de la “Luz de la Vida”.

Era tal el papel del infante en la celebración que decidía el menú del banquete en base a sus platos favoritos. Y a parte de recibir regalos de los invitados, también lo hacía de un ser fantástico. ” El hombre del cumpleaños”era un gnomo barbudo que nunca llegó a tener la fama de Santa Claus o el Ratoncito Pérez o su homologa alemana Zahnfee ( hada de los dientes), pero que hizo la delicia de los niños del SXIII y que todavía a principios del XX era representado en figuritas.